Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer


Título: Los cuentos de Canterbury
Título original: The Canterbury Tales
Autor: Geoffrey Chaucer
País: Inglaterra
Fecha de publicación: Siglo XIV

¡Qué poder tiene la fantasía! La gente es tan impresionable, que puede morir de imaginación. 

«La peregrinación al santuario de Canterbury para visitar la tumba de Santo Tomás Beckett es el marco en el que se desarrolla esta colección de cuentos, obra incompleta, cuyo manuscrito definitivo no se conserva, aunque probablemente nunca existió. Sus personajes son peregrinos que representan a las distintas categorías sociales. Junto a una sutil ironía, mezcla de sátira y humor, aparecen interesados aseveraciones astronómicas, médicas y de alquimia que han sido estudiado seriamente por especialistas en estas materias.»

Hace ya un buen tiempo que tenía ganas de leer esta obra, no sé a mí la Edad Media siempre me pareció muy divertida, así que el año pasado me hice con el libro.

Los cuentos de Canterbury tienen como trasfondo la peregrinación a la tumba de Tomás Beckett, los personajes, peregrinos de diversas clases sociales y de distintas partes de Inglaterra, se encuentran en una posada llamada «El Tabardo», en Southwark, ubicado al sur del Puente de Londres. Mientras viajan hacia Canterbury, el Mesonero propone una competencia y una forma de pasar el tiempo: cada uno de los peregrinos tendrá que contar cuatro cuentos, dos en el viaje de ida y otros dos en la vuelta. El que narre el mejor cuento será premiado con un banquete, costeado por el resto del grupo, al volver de Canterbury. Pero como ya se mencionó antes, la obra está incompleta, hay peregrinos que no llegan a narrar su cuento, hay otros que están incompletos o son interrumpidos, y solo está el viaje de ida, y no el de la vuelta.

Se presentan personajes muy diversos. El Caballero, el Escudero y su Asistente son, tanto ellos como sus cuentos, personajes honorables e idealizados. Hay personajes del Clero regular: la Priora, la segunda Monja, el Capellán de monjas, el Monje y el Fraile, mundanos todos y llevan las reglas monacales y de claustro lo mejor que pueden. Luego están clérigos idealizados: el Universitario y el Párroco. Luego peregrinos del estamento burgués: el Mercader, el Magistrado y el Médico. Y otros como la Comadre de Bath, el Molinero, el Administrador, el Cocinero, el Marino, el Terrateniente, el Bulero y el Intendente.

Si bien son cuentos y tienen su propia autonomía, también están englobados y forman parte de un conjunto, manifestándose en varios enlaces. Los cuentos del Fraile y del Alguacil están interrelacionados ya que muestra la rivalidad entre estos dos personajes, sus cuentos son formas de insultarse entre sí. Y, además, varios personajes, el Mesonero, principalmente, comentan, aprueban o desdeñan el relato.

Otra cosa curiosa es que Chaucer forma parte de la peregrinación, se mete a sí mismo en la ficción, por lo tanto, tiene que contar un cuento. Pero el primer cuento que narra es tan aburrido y soso que el Mesonero lo interrumpe con insultos y le pide que cuente otro. El cual es mucho más aburrido que el anterior y sumamente tedioso, en serio, fue el peor cuento, el ochenta por ciento eran citas.

Al ser, como se ve, una obra con tantos personajes es muy polifacética, los puntos de vistas son diversos, pero ningún personaje esta libre de la burla de Chaucer, ni siquiera él mismo, porque se ríe de sí mismo y de las diferentes visiones del mundo permitida por la variedad de estamentos sociales que se incluyen.

Hay una particularidad, si se quiere, y es que no se conoce el nombre de los personajes, solo el de unos pocos, y, aun así, los cuentos se titulan El Cuento de…, mientras que siglos después las novelas estarán plagadas de nombres propios. Como que Chaucer se centra más en personajes tipo y no en su individualidad, importa más su estatus en la sociedad que su personalidad.

Los cuentos están llenos de avaricia, lujuria y ambición, y además están narrados con desenfado, alegría y picardía. En serio, hay cuentos que son hilarantes y que parecen malas bromas, como el cuento del Molinero y el del Mercader. Uno cree, tal vez, que el Medioevo es una época de estrictas normas morales y religiosas, represora y avasalladora, que en cierto modo lo es, pero la religiosidad, también era una teoría, y en la práctica siempre se difiere de la teoría. La religión no impedía el goce y el desenfreno de las personas.

Algo que me tomo por sorpresa es que muchos cuentos tienen un tema en común: el matrimonio y las relaciones entre hombres y mujeres. Las mujeres en la Edad Media parecen ser de dos tipos. La primera, la mujer idealizada: hermosa, humilde, sumisa, obediente, fiel, virtuosa. Como Emilia en el cuento del Caballero, Griselda en el cuento del Universitario y Virginia en el del Médico. Eso sería en la teoría, en la nube de pedo imaginario en el que viven esos hombres. En la práctica, las mujeres son por naturaleza infieles y lujuriosas (nótese aquí la vena machista de la época).


Y luego está la Comadre de Bath, quien es una mujer madura, fuerte y osada. Se ha casado cinco veces y en su juventud también tuvo amantes. Ella utiliza pasajes de la biblia para defender su posición de casarse varias veces, y además utiliza el sexo para someter a sus esposos. Alicia, su nombre, es una mujer que utiliza la biblia (o sea, el patriarcado puro) para defender su lugar y que vive su sexualidad y utiliza su cuerpo a placer, los domina y disfruta con total libertad.

Pero, en fin, hay cuentos que son muy graciosos, otros muy entretenidos y los hay también aburridos y soporíferos. Y al ser una obra incompleta, el Mesonero, arbitro y juez en toda la obra, nunca pudo decidir cuál fue el mejor cuento, así que queda en el lector decidir quién es el ganador.

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