Brujas en la pintura

En esta entrada quiero mostrar y repasar distintas representaciones plásticas sobre brujas. Voy dar pequeños comentarios sobre cómo fueron vistas y representadas las brujas en distintas épocas. Cabe aclarar que yo no sé nada sobre pintura, solo comentare lo que puedo percibir de ellas y conectarlo con el escaso conocimiento que posea del tiempo en que fueron hechas.

Hechicera maligna, Hans Baldung Grien, 1510.


El cuadro plasma una atmósfera nocturna y oscura en donde tres brujas emergen alrededor de un caldero preparando, tal vez, su ungüento volador. Mientras una tercera pasa volando sobre una cabra. La brujería en el siglo XVI en los países de habla germana estaba fuertemente presente, ya que en décadas anteriores fue publicado El martillo de las brujas (1478) por los inquisidores Enrique Kramer y Jakob Sprenger.
Este cuadro tal vez sea la fundadora del arquetipo oscuro y negativo de las brujas: mujeres de avanzada edad retirada en los bosques para dedicarse a sus artes oscuras. El cuadro muestra mujeres desnudas, feas, desagradables y amantes del diablo materializado en un carnero. Mujeres habitando un bosque oscuro, rodeadas de huesos y realizando rituales grotescos que implican órganos humanos (como el corazón en un plato que sostiene la bruja de en medio).
Fiel a su época, el grabado muestra como se percibían a las brujas: malignas, terroríficas y depravadas. Es una visión masculina (como no podía ser de otra manera), misógina y demonizadora. 

Witches Round the Cauldron, Daniel Gardner, 1775.


Este cuadro es una relectura de las brujas que plasma Shakespeare en Macbeth. Pero a diferencia de la obra teatral, aquí el ambiente no está cargado de un aire inquietante y escalofriante, sino más bien se muestra un lado encantador y onírico. Estas tres brujas son retratadas de forma hermosa y grácil.
Pero todo el cuadro parece salido de un sueño. El humo del caldero se levanta difuminando la escena, los vestidos de las brujas son delicados y parecería que van a desaparecer de un solo soplo, y a la periferia de estas mujeres, se encuentran varios animales de forma difusa y poco clara.
Varios elementos de brujería están presentes: el caldero, la ropa negra y blanca, el típico sombrero de punta, flores, animales como el gato o el búho, y la luna y la noche. Todo aquí es humo, encantamiento y magia.

El aquelarre, Francisco de Goya y Lucientes, 1797-1798.


Este lienzo plasma un ritual de un aquelarre de brujas. El macho cabrío (la representación del diablo y figura lasciva en la cultura cristiana) es rodeado por brujas jóvenes y viejas que le ofrecen niños.
Si el macho cabrío es otra forma del diablo, en la pintura queda más remarcado aún por la postura de dicho animal. Está sentado, es el centro, y tiene una gesticulación que lejos esta de pertenecer a un animal común y corriente.
Hay varios infantes en la pintura: en el fondo, cadáveres colgando de un palo, en el suelo, un cuerpo amarillo y en los huesos, en las manos de una vieja, uno escuálido, y en los brazos de otra mujer, un bebe recién nacido, rosado y sano, óptimo para ser ofrecido a la cabra negra.
Toda la escena ocurre en un páramo, en la noche y con la luna como testigo.
Si bien la pintura muestra una escena terrible y macabra, en realidad es una sátira, una burla contra la superstición. El cuadro formó parte del programa de la ilustración, en donde se descalifica lo sobrenatural y la imaginación y se prima la razón y la lógica. Se plasma el macho cabrío, el sabbath de las brujas, su poder, el infanticidio y los animales de compañía para reírse de ello. Aunque, creo que su efecto es todo lo contrario. Goya pinta una incomodidad por la brujería y lo irracional cercana a la pesadilla.

Las brujas yendo al Sabbath, Luis Ricardo Falero, 1878.


En este cuadro, a simple vista se muestra una escena divertida, fresca, graciosa y desbordante de sensualidad. Se ven brujas jóvenes y viejas volando en el cielo en sus escobas. Pero si se observa en detalle en el fondo se pueden ver otras cosas: murcielagos, lagartos, cabras, espectros. Aquí, lo bello y lo monstruoso se mezclan, o mejor dicho, lo monstruoso es lo bello.
La imagen de lo femenino y de la bruja no es dicotómica, no se divide en bruja vieja y terrorífica, y joven bella e inocente. Sino que es de una mezcla de ambas. Lo bello es terrible y cruel.
También, cabe destacar que no hay depravación en el desnudo, aquí el cuerpo femenino es pura sensualidad.

The Magic Circle, John William Waterhouse, 1886.


En esta pintura se ve a una hechicera o bruja de pie frente a un caldero y trazando un círculo a su alrededor, delimitando su espacio de poder y protección. Fuera de este círculo quedan animales como cuervos y sapos, que fueron, y siguen siendo, asociados a la maldad. Pero para esta bruja, la maldad no tiene espacio en su brujería. Dentro del círculo están las flores con todo lo que eso simboliza: la belleza, la tierra, la fecundidad, el erotismo. El círculo trazado tiene doble función: para la protección de influencias no deseadas y para atraer y encerrar el poder en su interior.

The Love Potion, de Evelyn De Morgan, 1903.


El cuadro muestra a una bruja preparando un filtro o poción, con un gato negro a sus pies. La habitación está llena de libros y el gato negro mira (te devuelve la mirada) como si alguien hubiese irrumpido en la habitación. Por la ventana se puede ver a una pareja besándose (posiblemente). Tal vez la bruja este preparando la poción de amor para obtener el amor del caballero, o el de la dama. O tal vez fue su poción de amor la que unió a esta pareja que se ve por la ventana.
Esta mujer muestra ser inteligente, fuerte y habilidosa en sus trabajos.

Witches play the cauldron, Leonora Carrington, 1943.


La escena presenta a dos brujas, una negra y otra blanca, jugueteando con órganos humanos y ambas acompañadas de sus perros-monstruo. Al fondo a la derecha se puede ver el rostro de una bruja suspendido en el aire, observando su reunión.
La bruja de piel negra está vestida de rojo. Esta unida a la tierra, a la sangre, el fuego y la pasión. La otra es pálida y ataviada de negro. Es la luna y la noche.
Si bien son dos brujas jugando con entrañas, tienen cierto aire juvenil y cotidiano. Son como dos amigas que se juntan a charlar y tomar un café. Aún con su carga monstruosa, la pintura da un ambiente risueño y con mucho sentido del humor.

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